El fenómeno de la violencia en el fútbol argentino: ¿un dúo inevitable?
- Lewis Harper
- Jul 12, 2020
- 4 min read
Updated: Oct 17, 2020

No es exagerado decir que la cultura futbolística de Argentina es uno de los espectáculos más cautivantes del mundo. Desde las banderas y colores, hasta las canciones y bailes, los partidos se tratan más bien de una fiesta que los espectáculos deportivos. Pero las fiestas en las tribunas y la inquebrantable pasión por el juego bonito se han manchado por la conexión con la violencia, que es tal que se impuso una prohibición de aficionados visitantes tras más de 130 muertes relacionadas con el fútbol desde el año 2000. El tema es complejo, y a mi juicio, tiene tres motivos principales. Primero, la interdependencia de los dirigentes de los clubes y las barras bravas, segundo, la noción del ‘aguante’ que alimenta las barras bravas, y finalmente, las fuerzas armadas, específicamente, su predisposición a la violencia y la desconfianza entre ellas y el público.
Antes que nada, el problema sobre la violencia en el fútbol argentino radica en los defectos estructurales inherentes de los clubes de fútbol. Esta estructura, en la cual el presidente es elegido por miembros del club, refleja la de clubes sociales. De ahí que, el funcionamiento interno del club se caracterice por la política. Históricamente, los dirigentes de los clubes se han dado cuenta de la eficacia de contratar un pequeño grupo de aficionados violentos, las llamadas barras bravas, o la barra, para movilizar a grandes secciones de la afición para facilitar sus fines políticos. Debido a su valor percibido por los dirigentes, han acumulado gran poder, ocupando cargos oficiales y recibiendo entradas gratuitas. De hecho, el carácter violento de la barra es una herramienta útil para los dirigentes, utilizando métodos de extorsión e intimidación para sabotear las aspiraciones de rivales políticos. Sus acciones violentas se extienden hasta el estadio y sus alrededores, ya sea luchas internas en las tribunas, luchas contra otras barras y agresiónes contra jugadores. Uno bien podría concluir que coincide mejor con la descripción de una trama de un gran éxito de Hollywood con Javier Bardem como el jefe de la banda, ahora bien, esto es la realidad del fútbol argentino.
La estructura de los clubes ha contribuido a fomentar una cultura de violencia que ha permeado el fútbol argentino a causa de la necesidad de la barra a los ojos de quienes están en el poder. Algunos de los incidentes más desagradables pueden atribuirse a las barras, incluida la provocación entre las barras bravas de Boca Juniors y Chacarita en 2003, que dejó un saldo de 81 heridos. Siempre que la barra se perciba como una invaluable herramienta política, la consignia del partido, seguirá cometiendo actos violentos por la falta de miedo de repercusiones.
Esto me lleva al segundo punto. Si bien las barras bravas son los actores fundamentales en la práctica de violencia, es la noción del aguante a que les incita. El aguante, en este contexto, es un sistema de honra y prestigio vinculado a los enfrentamientos físicos. En estos grupos, la violencia tiene valor positivo, el que ‘pone el pecho’ se ve que ha demostrado aguante y a su vez recibe la aprobación de sus colegas. Como consecuencia se ha convertido literalmente en una cuestión de vida o muerte, porque huir del campo de batalla es no expresar el aguante, lo que los distingue. Al echar un vistazo a sus equivalentes italianos, comprendemos mejor el carácter extremo del ejemplo argentino. La violencia de Italia tiende a ser más simbólico y las “guerras” menos sangrientas. No es decir que no haya problemas, pero el estricto apego al aguante, así como los motivos políticos, legitiman un tipo de violencia más severo y amplio en el caso argentino que tiene graves implicaciones.
En tercer lugar, es la función de las fuerzas armadas, que han actuado de tal modo que nunca hay habido una relación de confianza entre ellas y el público. Se sostiene que la junta militar de 1976 dejó un permanente legado sobre la policía, donde se utilizó como mano de obra barata para sus peores actividades. Es más, los medios de comunicación han desenmascarado la complicidad de la policía en delitos tales como el robo, la prostitución y el tráfico de drogas. Para colmo, más de 213 personas desaparecieron entre el año 1983 y 2013 a manos de la policía, y desde el año 1996 hasta 2012, murieron 2857 ciudadanos a través de enfrentamientos con la policía, solamente en Buenos Aires. Son estadísticas peligrosas. Por consiguiente, se ha sembrado desconfianza de la policía por el público, que se refleja dentro del campo de fútbol, donde tanto la tensión como las emociones se ponen por las nubes. Estas dos ideas, la predisposición a la violencia de la policía y la desconfianza entre los dos actores han combinado para hacer que 22% de las muertes de aficionados entre los años 1966 y 2012 fuera un resultado de brutalidad policial. Aún más, la policía y las barras bravas comparten relaciones estrechas para salvaguardar sus intereses respectivos que crea una paradoja en el contexto de la violencia - está dispuesto a hacer la vista gorda a las acciones violentas de las barras, mientras que actúa agresivamente al aficionado inocentes. En resumen, esta estructura hace que la violencia siempre esté a la vuelta de la esquina.
A modo de conclusión, es el año 2019 y no estamos más cerca de una solución. Hace falta un cambio del enfoque. Se vuelve vital que deje de simplificarse el fenómeno a las acciones de las barras bravas, que sirve para escamotear el problema, sino como una enmarañada red de actores. Ni una vez se le ha antojado abordar el tema de violencia a través de un prisma distinto. Siempre y cuando el problema se atribuya a un grupo de locos, seguirá habiendo la fea conexión entre el fútbol argentino y la violencia. Más bien, las autoridades deben intentar eliminar la relación simbiótica entre los dirigentes y las barras con la finalidad de que se disminuya la influencia de las barras, que, a su vez, reducirá el potencial de la realización del aguante. Esto, sumado a la restauración de mayor confianza entre la policía y el público a través de medidas que promueven una mayor transparencia, puede provocar cambios notables, para que todos disfruten de la maravillosa fiesta del fútbol argentino.
댓글